Son
los que escriben de culpa tu alma.
No
sostienen las noches su lejanía
Aun
menos, lamentan tanta porquería.
Son
ellos, no nosotros, por quien vemos.
Dioses
del amanecer que corroen las entrañas de quien conocemos.
Sedientos
de sangre se nutren de infelices criaturas. Que no tardan en morir.
Son
ellos, no nosotros, por quien suenan las campanas.
Les
representan e idolatran,
A
la vez que olvidan, pues no sienten ni
cuando ven sufrir.
Malditos
sean esos, socialmente correctos, corruptos de alma que solo ven la luz que les
dejan ver.
No
sostienen las noches su lejanía.
Los Dioses son
demonios, disfrazados de corderos, que devoran lo bueno sin tiempo que
perder.
Son
ellos, no nosotros, por quien vemos.
Muere
dios vengativo, yo te enterraré, no sea que vuelvas
de sangre lo poco que de sus almas puedes ver.
Ni un suspiro te dedicaré,
El
cuento monstruoso, de flautas y ratas que le siguen, no acaba en el agua de sus
lágrimas.
Transcurre
por los tiempos, el odio,
De
siembra estéril, los tractores llenan mi
alma.
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