Decidí emprender un viaje incierto con poco equipaje y solo presente. Las
huellas en mi piel eran evidentes, aunque las heridas más profundas permanecían
invisibles al simple observador, fruto de una vida entre la locura y el más
absoluto de los aburrimientos. Sería duro, tenía la absoluta certeza y era
plenamente consciente. Dije adiós a todo, incluso a tu compañía. Si, a ti, esa
vieja adicción que me mataba hacía tanto y que ya no recordaba para que me fue presentada.
Mi sangre derramada en vasos de bar. Luces apagadas y sudor frío de triste
soledad.
La ventana del tren, mi último tren, reflejaba decisión y esperanza.
Son las doce y un nuevo año alumbra nuevas oportunidades.
Una leve sonrisa se dibuja en mi cara.
Mi corazón, late y late, vuelve a latir. Su sonido apagado, me recuerda que
sigo “vivito” y coleando y decido dejar las sombras, ser por fin… Ser!!