lunes, 30 de marzo de 2015

Me siento libre...

Me siento libre…

Y aunque la nada me acompaña en muchos de mis viajes existenciales, mi tren no tiene marcha atrás, ni quiere tenerla. Me someto al traqueteo constante de vaivenes de insondables socavones y, a pesar del miedo que me embarga,  miro desde la proa de mi Titanic como el viento mece mi escaso pelo, como la sal marina seca lágrimas pasadas, como el infinito se muestra en todo su esplendor. Soy un trovador de sensaciones, un músico sin música que vive el momento. Que mira a través del iris verdoso, y se nutre de sentimientos encontrados. Cuando oscurece, busco las escasas estrellas en horizontes inexplorados, cuando amanece, me pierdo entre sábanas limpias, que reflejan la luz de un sol fuerte y brillante. Acepto mi devenir sin grandes preocupaciones, decido que los puñales de la incomprensión ya no me dolerán. Miraré de frente tus ojos y me dejaré llevar por tus caricias. Mi libro gastado,  entre manos temblorosas, cederé para que puedas verlo. Leerás las líneas, y alguna lágrima, seguro se derramará. Nos abrazaremos en el intercambio de palabras unidas por la semántica del corazón. Susurraremos voces entrecortadas y haremos el amor sin saber si existe.

Permaneceré una vida entre tus brazos mientras me estremezco en el aquí del placer o dolor.

Soñaré en blanco y negro, mientras solo nos quede el Paris de Casablanca, un rebelde sin causa, un James Dean que estrella su vida en la carretera mientras suena la música de Gladiator.

Mientras me hundo en el frío océano, seré un héroe, y me dejarás marchar sin nada, ni tan solo un diamante de recuerdo.


Inerte y flotando, una pequeña mancha de carmín, delatará, para otros, que alguna vez este deformado cuerpo, 

se liberó al amor...

viernes, 6 de marzo de 2015

Caída libre


El avión asciende hasta los 3000 metros.

Una última mirada al vacío y me lanzo con determinación.

Miles de saltos me califican como experto. Sin embargo, sé, a ciencia cierta, que multitud de factores pueden dar con mis huesos en el duro suelo. A medida que el paracaidismo se convirtió en algo más que un deporte, fui tomando conciencia de los riesgos que asumía, y esto, que puede asustar al común de los mortales, fue para mí un motivo más para seguir saltando. Después de un par de minutos de caída libre, abro mi paracaídas “Cross Brand”. A través de los mandos, consigo dirigir mi vuelo hasta el punto acordado previamente.

Mis pies tocan el suelo de un mundo que ya no comprendo. Si todo fuera tan fácil, pienso para mis adentros. Divorciado tres veces, con varios hijos que no conocía ni me conocían. Arruinado por una inversión a destiempo. Sin hogar permanente, y sólo, muy sólo.

Desde niño, siempre había envidiado a los pájaros. Sus vuelos aprovechando las corrientes de aire, sus descensos, en algunos casos vertiginosos, me atraían más que cualquier cosa en el mundo. De manera que me convertí en ornitólogo sin apenas proponérmelo. Un paso lógico para un niño que solía arrastrar una pequeña libreta donde anotaba todo lo referente a cualquier cosa que volara.

¿Dónde estás ángel de la guarda?

¿Por qué dejé de sentir placer cuando follaba?

¿Cómo se vive en una tierra sin cielo?


Está oscuro y abro la ventana, un aire apagado y frío me sacude el alma. Salto con determinación. Una caída libre a más 100 Km/hora. 

Mi último salto.


Sin paracaídas...