Me siento libre…
Y aunque la nada me acompaña en muchos de mis viajes existenciales, mi tren
no tiene marcha atrás, ni quiere tenerla. Me someto al traqueteo constante de
vaivenes de insondables socavones y, a pesar del miedo que me embarga, miro desde la proa de mi Titanic como el
viento mece mi escaso pelo, como la sal marina seca lágrimas pasadas, como el
infinito se muestra en todo su esplendor. Soy un trovador de sensaciones, un
músico sin música que vive el momento. Que mira a través del iris verdoso, y se
nutre de sentimientos encontrados. Cuando oscurece, busco las escasas estrellas
en horizontes inexplorados, cuando amanece, me pierdo entre sábanas limpias,
que reflejan la luz de un sol fuerte y brillante. Acepto mi devenir sin grandes
preocupaciones, decido que los puñales de la incomprensión ya no me dolerán. Miraré
de frente tus ojos y me dejaré llevar por tus caricias. Mi libro gastado, entre manos temblorosas, cederé para que
puedas verlo. Leerás las líneas, y alguna lágrima, seguro se derramará. Nos
abrazaremos en el intercambio de palabras unidas por la semántica del corazón.
Susurraremos voces entrecortadas y haremos el amor sin saber si existe.
Permaneceré una vida entre tus brazos mientras me estremezco en el aquí del
placer o dolor.
Soñaré en blanco y negro, mientras solo nos quede el Paris de Casablanca, un
rebelde sin causa, un James Dean que estrella su vida en la carretera mientras
suena la música de Gladiator.
Mientras me hundo en el frío océano, seré un héroe, y me dejarás marchar
sin nada, ni tan solo un diamante de recuerdo.
Inerte y flotando, una pequeña mancha de carmín, delatará, para otros, que
alguna vez este deformado cuerpo,
se liberó al amor...