Una flor de putadas hacía
tiempo que me envolvía como una telaraña sin araña. De caramelo líquido me aglutinaba
entre azúcar amargo y mi propia gilipollez. Luchaba por escapar dando giros y
más giros sobre mi eje. Era un esfuerzo fútil, de imbécil amaestrada y
adoctrinada por alguien que manejaba las cuerdas invisibles de un mundo
desconocido. Engañada y engañando a quienes todavía creían. Soplando velas sin
velero. Haciendo música sin notas que llevarme al oído. Modernizando
antiguallas y vendiéndolas como nuevas.
Un alma sin camino que
oye pero no escucha ni escribe nada bonito. Una mierda. Heces de fango
putrefacto en el peor de los infernos de Dante. El destino cruel tatuado sobre
una piel de papel de lija.
Entre abundantes lágrimas
suplicaba un final rápido y heroico. Un último acto valiente para echarme a la
boca. Nada de nada. Vacío y ruido silencioso.
La sangre manaba
abundante y la no vida se escaba pétalo a pétalo, putada a putada.
Recuerdo la derrota y la
ruina. La desesperación ante el frío funcionario que me miraba con desdén. El
abandono de mi marido que nunca lo fue. La huida de unos hijos que no mamaron
de mis pechos. El móvil sin batería y sin posibilidad de cargarlo. Sin línea, ni
compañía que me fiara.
Solo los bancos se
acordaban de mi persona. De mis hermosos ojos enmarcados en pestañas postizas
de los chinos. Romeo, Romeo ¿por qué no vienes a por tu Julieta?
Muerte.