lunes, 29 de enero de 2018

De tus lágrimas brotaron las mías

De tus lágrimas brotaron las mías.

Traté de taponar con diversos dedos de la mano y con los dedos del pie, a la desesperada, los numerosos agujeros de aquel dique envejecido. Quería evitar a toda costa que nadie se ahogara. Así transcurrieron segundos, después minutos y horas. Años, demasiados años.
La parálisis de los diversos miembros ya era evidente y, a pesar del frío en invierno y del calor en verano, seguía convencido de que era la única solución para salvar y ser salvado.
Una mujer desconocida se me acercó lentamente, no recuerdo bien ni el día, ni el tiempo que hacía. Para entonces el cansancio ya era patente y mi situación desesperada. Nuevos agujeros surgieron y mi postura se volvió ridícula y forzada.
Se quedó a mi lado durante años sin pedir nada a cambio. Conversábamos de vez en cuando y me traía alimentos que nunca supe cómo eran cocinados. Cuando la lluvia y el frío arreciaban cubría con su calor mi frío y deteriorado cuerpo.
En ocasiones, la traté mal sin motivo, quería que se alejara, que viviera. Mi muerte no podía suponer, en ningún caso, la suya. La ignoré, haciendo como si no existiera. Menosprecié su belleza, sus batallas, enemigos y aliados. Envuelto en la razón no entendía porque seguía ahí, inmóvil, entornado sus grandes y honestos ojos y mordiéndose sus sensuales y gruesos labios que nunca se quejaron.
Cuando hablaba era ininteligible para mí. A pesar de las dificultades de comunicación su discurso no iba de palabras. Gestos, miradas y movimientos destilaban amor. Un alma pura creía que descontrolada.
Un día, la entendí. Sin necesidad de silabas agrupadas me sugirió abandonar a su suerte el viejo dique. Lloro sobre mis manos aún asidas al muro de hormigón, ya desarmado. –Igual sobrevivimos a su destrucción-. Pensé para mis adentros. Por primera vez, dudé.
El miedo se opuso a la valentía. La costumbre y el hábito largamente larvado hicieron el resto. Opte por la parálisis de cualquier proceso de autoconsciencia y me esforcé en continuar con mi desdichado papel. Resignado a un destino fatal.
Una mañana gris o una oscura tarde de Enero, no recuerdo muy bien, percibí  la ausencia de la mujer. Se esfumo como el humo de un cigarrillo que lentamente se desvanece.
El cierto devenir, hizo el resto. El dique acabó por estallar y me arrastro río abajo. Con fuerza descomunal me convirtió en un pelele que luchaba por sobrevivir entre arañazos producidos por enormes piedras. Mis rígidas extremidades no respondían debido a la inactividad de tantos y tantos años. No recuerdo nada más. Solo recuerdo tu sonrisa en mi despertar y esos largos y frágiles brazos que me acogían.
Ninguna palabra ni recriminación.

Roto como el viejo dique, lloré, sí, lloré, y lo seguiré haciendo por cada milisegundo que perdí de ti y de mí.

Per a tu. 
L'àngel que em va fer creure de nou amb l'amor i l'esperança!


viernes, 19 de enero de 2018

Derrotado

Luces y sombras de un pasado de piedra lanzada en mar silencioso. Origen de arrugas y heridas concéntricas que se desvanecen lentamente.
Deseos fríos y cálidos que entrelazaron sus moléculas originando algo nuevo, balbuceante y desprotegido.
Fuegos desencadenados y descarnados que saciaron de sed inolvidable y olvidable, entre negras y blancas oscuridades.
Juntos conquistamos, vencimos y derrotamos multitud de enemigos. Esclavos del placer, cuando gritamos libres. Encadenados al deber cuando no lo fuimos.
Infusión de amor que no cabía en el vaso hecho a mano por dedos sedientos y ávidos de afecto.
Descredito y humillación de una derrota que, sin embargo, no era tal, porque fuimos juzgados por el abismo insondable de demonios desconocidos. Por monstruosidades como Medusa antes que Perseo le cortara la cabeza.
Convertidos en piedra, ya no compartimos historias en libros nunca editados. Se deshicieron las fotografías pretéritas y ahora amarillentas que lo ilustraban.
Humedades y besos pendientes petrificados.
La mirada inerte y gélida del qué sucumbió…

A la vida.
Al desamor.