Buscaba un nuevo
amanecer entre paisajes urbanos llenos de gente. Observaba con detenimiento sus
gestos y movimientos que, aunque parecían al azar, tenían un orden posiblemente
divino. Niños jugando alegres y ajenos a cualquier cosa que no fuera ellos
mismos y padres persiguiendo y aleccionando sobre todo y sobre nada. Parejas de
todas las edades, algunas ignorándose y otras acariciándose. Gente mayor
sentada tomando algo y hablando en tono crítico sobre la juventud actual.
Ladridos de perros que eran silenciados con diligencia y voces distintas.
Ruidos, muchos ruidos; de tráfico, lloros, risas, gritos agudos, gritos graves
y susurros. Los olores suponían una amalgama indescifrable de perfumes,
desodorantes y sudor.
Sentado en el
suelo y apoyado en la pared de una tienda de los “chinos”, fumaba un cigarrillo
tras otro y así, de la mera observación paso al simple pensar. Los pensamientos
eran rápidos y fugaces y le causaban emociones dispares que para nada podía
controlar. Paso una hora, quizás dos o tres y sin saber muy bien porque, se
levantó y se perdió entre la muchedumbre que anda buscando un nuevo amanecer
entre paisajes urbanos llenos de gente…