lunes, 18 de mayo de 2020

Te conocí...

El envoltorio de mi vida podía ser otro pero no, no lo era.

El horizonte a través de aquella ventana infantil no podía ser más esplendoroso.

Alejandro Magno sería un aprendiz de conquistador. Napoleón, un pobre hombre con demasiada historia. Zeus, uno más entre tantos dioses. Satanás, un pequeño y beato demonio claramente reprimido.

El tiempo se fragmentaba en pequeñas o grandes olas que se desvanecían en una playa desconocida y verdaderamente inhóspita. Las cicatrices de los deseos se curaron y fueron sustituidas por la realidad de sueños que fallecieron por inanición.

En el punto de no retorno el vacío de la existencia me desangraba y extenuado me preguntaba y no obtenía respuestas. Preguntas y más preguntas. Ese mismo día la casualidad desesperada, la sangre derramada en una lata oxidada y olvidada me recordó a tí. El mismo día que supe del significado de la palabra amor.
El esplendoroso.
El contenido del horizonte.
El verdadero ser.
La respuesta que no necesita pregunta.
El amor y a tí les conocí el mismo día...