El húmedo frío se colaba
por las rendijas de un viejo corazón cansado de tanto amar.
El núcleo de la célula
cristalizada y rígida moría lentamente sin pausa ni tregua.
Invierno mortal de
blanco y estepa desolada, de manos temblorosas y ojos tristes.
Cansado.
Abrazados los dos, con
lágrimas en las mejillas, contemplábamos el basto mar.
Nuestra vida, nuestros
hijos, tanto sufrimiento y alegrías.
Ahora, la nada.
Nada en nuestros cuerpos
desnudos e inertes.
Nada en la medianoche, ni en el amanecer.
Queremos alejarnos de
esta playa pero no podemos.
La muerte se abraza a nosotros firme y cercana.
Sonríe burlona, la muy hija de puta!
Somos el blanco y el
negro de días grises.
Tengo miedo, abrázame…
Te quiero!