martes, 25 de agosto de 2015

Contigo

Ríos que fluyen por tierras yermas
embelleciendo entornos desérticos.
De aguas transparentes y otros mundos.

Almas secas
seguid su curso
de brazos hospitalarios.

Allí permanezco
de pie
y de ti enamorado.

Alimento compartido
e inalterable
de riego soñado.

lunes, 17 de agosto de 2015

Tiempos Olvidados...

Dibujaba sin parar proyectos y sueños del mañana a través de tintas invisibles y coloreadas redes sin pescado. Grandes o pequeños espacios blancos transformados en barcos titánicos y estructuras mecánicas con todo lujo de detalles. Las voces se apagaban alrededor y el interior se adueñaba de todo mí ser. Como Anna Frank en su cautiverio forzoso, la imaginación no tenía dueño, y las imágenes y palabras enlazadas se sucedían al ritmo de curiosidades y mundos remotos nunca explorados. Sensaciones, emociones y miedos que inventariar. El exterior era temido a la vez que descompuesto en pequeñas porciones que, como un pastel de aniversario, permanecía dispuesto para el reparto entre comensales. Sentado en un pupitre de un aula húmeda, rancia y fría,  parecía presente y, sin embargo, viajaba a países desconocidos donde los palacios resplandecían cubiertos de oro y piedras preciosas, donde los mares eran nido de piratas y bravos héroes que lograban hazañas imposibles. El corsario negro y la televisiva Sandokan, alimentaban mí alma.  Aventuras sin fin y luchas de bucaneros con espadas afiladísimas entre aires cálidos y tropicales de mar turquesa y pieles tostadas por soles inclementes. Las mil y una noches eran atravesadas por aviones a reacción, plateados y brillantes, que a su vez eran engullidos por el triángulo de las Bermudas. El señor de los anillos describía hombrecillos valientes, enanos y seres deformes con objetivos claros y posicionamientos dicotómicos. El bien y el mal, simple y sencillo.

Mazinger Z y la pobre Afrodita A siempre relegada al papel de comparsa del macho dominante; pechos fuera!!

Programas de radio con psicofonías a media noche, más historias para no dormir, que conseguían mantenerme en vela y debajo de la sábana. El suspense y los miedos ancestrales que Alfred Hitchcock cultivaba con gran maestría removían con virulencia mis emociones televisivas. Descubría en los libros el amor y la pasión, la tragedia, el orgullo y la traición.


La clase había terminado y el viejo malhumorado profesor me miraba con desdén -no haremos nada de ti- yo sonreía y, con los ojos como naranjas,  reseguía las gotas de lluvia de la vieja ventana de tiempos olvidados.