jueves, 23 de julio de 2015

Interior oscuro de camino soñado

Interior oscuro de camino soñado.
Una hormiga camina entre camelias blancas de hermosura perfecta que
delicadas
se mueven al son de noches oníricas.
La analizo sabiendo de su belleza y fragilidad.
Vientos adversos la hacen tambalearse pero no pueden con ella
alma pura i traviesa de infancia triste i esplendoroso futuro.
¡Acércate sin miedo!
que iluminaré
linterna en mano
el recorrido
a través de suaves y mullidos pétalos de verdad 
y sinceros despertares.
Esos ojos huidizos que esconden el corazón
como las hormigas esconden su hormiguero y lo hacen inaccesible al observador profano
harán de mí un experto mirmecólogo
que observa y anota pacientemente las múltiples entradas de tu interior 
oscuro camino 
que sigo 
y amo.

Madres...

Un vaso en la mesa y tu reflejo distorsionado. Horas lentas de tiempos oscuros vividos y por vivir. Se rompe el hueso que estructura el orden y el desorden. De tiempos que se cuelan por sumideros de un pasado que no volverá. Desde la piel se erizan los vellos al recordar, y la miel es amarga cuando no estás. El cielo se desploma con su peso real, enmudeciendo y silenciando el devenir. Una paloma inerte por el frío invernal, y su muerte me recuerda el olvido. Vidrios rotos, donde me diste de beber,
y platos de porcelana envejecidos en un armario de cocina que dejó de existir. Hoy quiero recordar tu maravillosa sonrisa y tu simple presencia, abnegada y crucial en mi vida. El frío invierno ha llegado y la nieve peina mi pelo. La mirada viaja en un ayer que vierte lágrimas, lágrimas de cristal.

lunes, 20 de julio de 2015

Hombre de grado cero

Pequeñas gotas de sudor se escurrían por surcos excavados por el tiempo. Nunca había sido consciente de los sonidos del interior de su cuerpo. Ahora los sentía con inusual claridad. En el pasado se ocupaba de traducir los numerosos estímulos que le llegaban con la determinación del que sabe que no puede prescindir de sus heridas, ni de sus mieles. Abrazado a un futuro incierto aprendió a valorar pequeñas sensaciones, risas, lágrimas y miedos.


La ciudad y sus habitantes, el plástico de los envoltorios eternos, sustituido por el aire que llenaba sus pulmones, el transcurrir de la sangre por sus venas y arterias, el tacto de una mano sobre su piel y la electricidad estática generada en un cambio de ropa ya no eran sesgados. Las mareas internas comenzaron a ser conocidas al tiempo que los estados emocionales se equilibraban entre edificios de diferente altura, el despertar a un mundo nuevo, contrastaba con un pasado excéntrico poco interesado en sus necesidades reales. Un pequeño gesto, una caricia tenían poco que ver con la macroeconomía, y el sol con su barba de nubes le generaban sensaciones que nada compartían con su BMV de alta gama. En sus relaciones íntimas ya no pensaba en el final, sino en el traqueteo de un tren que descubre al viajero un mundo cercano al tiempo inexplorado. La función por sí misma había dejado de interesarle. Los procesos entre bambalinas, la pureza, la sinceridad y la naturaleza interna ocupan ahora sus pensamientos y alejan de él tanto el pasado como el devenir. El presente y sus imperceptibles y sensuales movimientos se abrieron paso entre el follaje de árboles que, anteriormente, distorsionarán su visión. La paz había abierto una brecha en la muralla del corazón…

domingo, 19 de julio de 2015

Distinto amanecer..

Una luz tenue iluminaba la habitación. El caos reinaba. Ropa azarosamente repartida por todas partes, mostraban lo que tan sólo unas horas antes acababa de ocurrir. La cabeza me estallaba, y me serví un café que no recordaba cuando había hecho. Sin azúcar, como me gustaba por las mañanas de resaca. En mi cama, yacía una mujer desconocida. El olor a sexo me hizo esbozar una leve sonrisa. Recuerdo entrar precipitadamente de la mano de una bella joven. Entre risas alcohólicas nos sacamos la ropa, lentamente al principio y con cierta violencia después. Gotas de sudor resbalaban entre cuerpos ávidos de placer, a la vez, que manos sedientas arañaban, estrujaban y acariciaban, rompiendo con los cánones del sexo preestablecido. Su pelo rubio y enredado yacía entre mis manos, mientras su cabeza se movía en oscilaciones entre bruscas y lentas. Utilizaba pinta labios rojo que, como es sabido, distinguía en el antiguo Egipto a las prostitutas expertas en la felación de las que no lo eran. Desde luego no me pareció una inexperta, como Afrodita, parecían compartir el hecho de no haber tenido infancia, ambas nacidas adultas, núbiles e infinitamente deseables, de cuerpos esbeltos e infieles por naturaleza. Sentado en una cómoda la contemplé horas que parecieron minutos. Asemejaba la brillante luz de un faro en noche cerrada. Se levantó y me besó suavemente el labio superior. En mi pecho izquierdo, casi sobre el corazón, unas pequeñas heridas supuraban pequeñas gotas de sangre que nunca, nunca! conseguí cerrar.