sábado, 2 de mayo de 2015

Ángeles

Un papel doblado mil veces, que alguien olvidó, fue el inicio de una serie de hechos que difícilmente podía imaginar.
Eran las 23:00 horas de un viernes cualquiera, de noche fría y cerrada, el viento profería aullidos semejantes a una manada de lobos. La luna llena completaba un encuadre de lo más cinematográfico.
Mi vida en invierno era de una rutina espantosa, previsible hasta la extenuación. Así que sacar el perro no era una opción aleatoria sino una verdadera obligación y una norma que no podía incumplir bajo la amenaza de funestas y olorosas consecuencias.
El parque adyacente tenía vida propia, columpios que se movían solos y gravilla que se deslizaba por el tobogán como niños descontrolados. La  fuente salpicaba agua como un aspersor estropeado.
Mi pequeño perro olisqueaba no sin permanecer atento a los numerosos peligros que seguro experimentaba. Sus orejas levantadas y orientadas nerviosamente en múltiples direcciones contribuían a una sensación de desasosiego que me aceleraba el corazón.
Estaba a punto de irme cuando lo vi, un pequeño papel inmóvil y ajeno al huracán de vientos remotos, que me atrajo inmediatamente como un imán al hierro de la espada que nunca existió. Lo recogí con sumo cuidado, como el TEDAX que debe desactivar un artefacto explosivo y no quiere abandonar prematuramente esta vida.
Me lo puse en un bolsillo, y el tiempo se detuvo. El silencio se apoderó del viento y mis ojos dejaron de ver. El cielo estrellado ennegreció, transformando en sueño todo lo acontecido.
Al día siguiente me levanté pronto, como cada sábado tenía que acompañar a mis dos hijos a un partido de futbol en el que, en mi opinión, los padres lo pasábamos mejor que los chicos.
Después del partido me dirigí, como acostumbraba, a un hipermercado cercano a realizar la compra semanal. Ya en la puerta, un escalofrío recorrió mi columna vertebral expandiéndose por el resto del cuerpo y mi respiración, habitualmente tranquila y sosegada, asemejaba la de un corredor de fondo después de correr una maratón. Me ahogaba irremediablemente y el desvanecimiento parecía inevitable. A duras penas, conseguí mantenerme en pie y sentarme en una pequeña repisa del establecimiento. Las personas me miraban con desdén, y recuerdo que solamente un adolescente intrigado me preguntó por mi estado ¿está usted bien? Asentí con la cabeza, sin fuerzas para nada más. Pasados unos minutos, quizás más, recuperé algo de aliento y en ese momento noté en mi bolsillo un calor que me abrasaba. El papel de la noche anterior me recordaba su presencia. Lo cogí entre mis manos y  empecé a desdoblarlo cuidando de no romper su extrema fragilidad. Una frase en catalán, y series de números sin aparente lógica, aparecieron ante mis ojos. Me vino a la mente los tres enigmas de la princesa Turandot, de la famosa ópera de Puccini, y las numerosas cabezas cortadas que implicaba su no resolución. La frase: Tots els passos que vas donar són les meves ales, els teus ulls, la salvació”. Y los números: 333 666 1234. Volví a guardar el papel y me sorprendí por la rápida recuperación de mi estado habitual. Hice las compras con absoluta normalidad y, ya de vuelta en casa, comenté con mi mujer lo sucedido. Ella, al principio, tomo mi relato como una broma, pero poco a poco al ver mi cara de preocupación, llamó a un médico amigo que me citó para el lunes a primera hora de la mañana.
Han pasado dos años desde entonces, y mis rutinas siguen siendo parecidas a excepción de que mis hijos van solos al futbol y yo, dirijo una de las principales centrales nucleares del país. Por desgracia, mi perro murió en un desafortunado incidente con un perro de mayor tamaño a causa de los números mordiscos que, a pesar de mis esfuerzos, este le propinó. Ahora tengo un gato llamado “neutrón”, más amigo de mi mujer que de yacer entre mis brazos.
En relación al contenido del papel encontrado, averigüé varias cosas sobre las secuencias numéricas, como que el lenguaje de los números es uno de los lenguajes usado por los ángeles debido a que es neutro y claro y sirve, en muchas ocasiones, para comunicarnos ciertos mensajes clarificadores. Normalmente el mensaje se produce cuando aparece una combinación de 3 o más números seguidos en nuestra vida. Sin embargo, la explicación podía ser otra, incluso estando en lo cierto su decodificación se prestaba a múltiples interpretaciones y todas igual de ciertas. Respecto a la frase, nunca supe exactamente qué significado o explicación misteriosa podía ocultar, pero cuando establecí una correlación simple con la hipótesis sobre la secuencia numérica, parecía surgir con fuerza una explicación razonable aunque no la única, eso era evidente.
(333) Debes tomar una decisión, que te llevara a (666), estar alerta ante los acontecimientos físicos que se presentan (1234), y en este curso de acción tendrás el apoyo de los ángeles. Es decir, en correlación de los dos enigmas la explicación que me pareció más plausible fue la siguiente: “los pasos que darás son una función delegada de Dios, que con ayuda de los ángeles te permitirá salvar al mundo de su destrucción”.
El tiempo transcurrió y puedo decir que me sentía una persona afortunada. Mi vida era tranquila, sin grandes sobresaltos, incluso llegué a olvidar el suceso del papel que acabó en una cajita junto a otros recuerdos de juventud. Así, iban pasando los años, hasta que un viernes, más o menos, a las 23:00 horas, el tiempo se detuvo. El silencio se apoderó del viento, y mis ojos vieron una explosión nuclear que nunca llegó a producirse. Ahora entiendo, definitivamente, aquel pequeño papel, y la parada automática de la reacción del núcleo de los sistemas que impuse como condición para renovar la licencia de la mayor central nuclear que, nunca antes, se había construido.



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