Enfundado en un traje de
neopreno buceo por las profundidades de un presente incierto. Una mezcla de
oxígeno, helio y nitrógeno llamada trimix, me mantiene a salvo en profundidades
dónde la oscuridad reina. La inmersión lenta y azarosa distingue entre peces y
fauna diversa. Como más me sumerjo, más desolado es el paisaje y más se instala
el miedo a no regresar. Sin embargo, sigo sin pausa mi destino, más allá de los
cielos y del eterno paso del tiempo que Chronos, sabiamente, refleja en mi
piel. Me acompañan sirenas que con su canto atraen. Dudando entre cálidos
cuerpos y el frío océano, avanzo entre selvas de corales que poco a poco se
desvanecen y dejan paso a desiertos de arena y piedras. Desconocidos me
contemplan, ya sin ojos ni apariencia terrenal. Son ellos y no otros, quienes
me recuerdan la belleza, quienes despojan de mí todos los pesos que me hundían
sin remedio. Palabras de Anfítrite, consorte de Poseidón, que me acercan a un
mar tranquilo y en calma, entre flores y fragancias exóticas. Extenuado en la
playa, me acarician olas de arena blanca y el viento me susurra risas de niños,
dulce sonido que aleja, para siempre, mi dolor.
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