El tiempo
detenido en la emoción de tu ausencia. Soy consciente de ella y de mis intentos
por no sentirla. Es una cuestión de tiempo, me digo, y realmente lo es. Días,
meses o años, pero se desvanecerá. Quizás un hilo de frágil composición unirá
las mentes en un ayer que murió entre suspiros de frustración y desesperanza.
Un acto de amor
puede ser dejar marchar y empezar el duelo desde la confusión inicial. Las
etapas se sucederán, invertirán o transmutarán en sentimientos de difícil
pronóstico. La reconstrucción final dependerá de ese proceso y de su superación
más o menos elaborada.
Y si por pensar
fuera, uno puede encontrar explicaciones dispares a la locura de las relaciones
de pareja. Yo hace tiempo que dejé de buscarlas y de teorizar respecto a
causas, hipótesis y torturas auto aplicadas. Seguramente algo tan sencillo y
complejo a la vez no requiere de más drama que el propio padecer.
Demasiadas veces
nos revolcamos en el silencio, la depresión, el griterío o las opiniones de
terceras personas que con más o menos acierto efectúan un diagnóstico sesgado
por sus creencias, personalidad y experiencia en la vida. ¿Para qué? si hay que
vivir, acertando o errando, sufriendo o no, felices o no tanto, ¿Vivimos, o
dejamos de hacerlo?
A riesgo de ser
tachado de frívolo diré que la realidad por mucho que la adornemos acaba por
adelantarnos incluso en línea continua y por mucho deportivo que llevemos. Evidentemente,
eso pueda retrasar lo inevitable y entrar en la pura hipocresía de otra época y
curiosamente a cierta realidad virtual.
Si algo he
aprendido es que cada uno somos responsables de las decisiones que tomamos y/o
sus consecuencias. Tengo la impresión de que algo tan intuitivo y quizás
impulsivo como la toma de decisiones en las relaciones de pareja no puede
someterse a un escrutinio desmesurado. Si no va, no va.
Al final el acto
de querer no es seguir a toda costa sino dejar ir para amar, ser amado y amarse
a uno mismo.
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